La Teoría de la Evolución de las
especies fue por primera vez elaborada por Charles Darwin, y para su
planteamiento se basó fundamentalmente en la observación directa de las
diferentes especies y sus relaciones entre sí. En los años actuales, la teoría
de un origen único de la vida, que partiendo de lo más simple, habría
evolucionado a los más complejo, se ha visto muy apoyada con el descubrimiento
de la molécula básica de la vida: el ácido desoxirribonucleico (DNA). Es ésta
la molécula que, mediante un código ya descifrado, regula y ordena la vida de
todos los organismos vivos de la Tierra, desde un virus o una bacteria, pasando
también por las células vegetales, hasta llegar a los animales superiores,
incluyendo a la especie humana.
El DNA es una larga molécula, y trozos de ellas constituyen los genes. Cada uno de estos genes codifica una proteína, moléculas que son las encargadas de realizar determinadas funciones en el interior de la célula o en ocasiones fuera de ella (hormonas). Las diferentes enzimas que permiten las reacciones bioquímicas en el interior de las células, son también proteínas. También éstas forman parte de la compleja estructura celular.
Para que se sintetice cada proteína, existe un gene especifico que corresponde a un trozo de la molécula de DNA. En una bacteria, que es el organismo más simple, existen cinco mil genes que codifican 5000 proteínas diferentes, y cada una con diferentes funciones en el proceso vital de la bacteria. En el DNA de la célula humana, que es más compleja, existen aproximadamente 80.000 genes que codifican 80.000 proteínas diferentes.
Lo interesante es que las leyes que regulan la vida son, básicamente, las mismas para todas las células de todos los organismos vivos, sean estas bacterias, levaduras o células del tejido humano. Al descifrar las estructuras de los genes dentro de la molécula de DNA, se ha observado coincidencia de muchos de ellos que han persistido como tales en las diferentes especies. En cada una de ellas, estos genes comunes desempeñan iguales o parecidas funciones. Así por ejemplo, las bacterias o levaduras (organismos simples unicelulares) contienen genes que están también presentes (a veces con ligeras modificaciones) en las células humanas. Ello porque la función vital es la misma. Es como comparar un Ford T con un Mercedes último modelo totalmente computarizado. Ambos tienen un motor a explosión, y básicamente los principios de su funcionamiento son los mismos. Igual sucede si se comparan las células de organismos simples con las células de animales superiores. En una y otra, los genes que regulan el proceso vital son también los mismos o muy parecidos.
Habría sido la evolución progresiva a organismos superiores la que va agregando complejidad, codificada por nuevos genes adicionales. Son estos los hallazgos que han permitido concluir que la vida en sus inicios tuvo un origen común, y que, desde entonces y en función del tiempo, ésta ha ido evolucionando desde lo más simple a lo más complejo. Cada paso ha sido el resultado de adaptaciones a nuevas condiciones que han ido permitiendo a las diferentes especies adaptarse o independizarse mejor de su medio ambiente.
El DNA es una larga molécula, y trozos de ellas constituyen los genes. Cada uno de estos genes codifica una proteína, moléculas que son las encargadas de realizar determinadas funciones en el interior de la célula o en ocasiones fuera de ella (hormonas). Las diferentes enzimas que permiten las reacciones bioquímicas en el interior de las células, son también proteínas. También éstas forman parte de la compleja estructura celular.
Para que se sintetice cada proteína, existe un gene especifico que corresponde a un trozo de la molécula de DNA. En una bacteria, que es el organismo más simple, existen cinco mil genes que codifican 5000 proteínas diferentes, y cada una con diferentes funciones en el proceso vital de la bacteria. En el DNA de la célula humana, que es más compleja, existen aproximadamente 80.000 genes que codifican 80.000 proteínas diferentes.
Lo interesante es que las leyes que regulan la vida son, básicamente, las mismas para todas las células de todos los organismos vivos, sean estas bacterias, levaduras o células del tejido humano. Al descifrar las estructuras de los genes dentro de la molécula de DNA, se ha observado coincidencia de muchos de ellos que han persistido como tales en las diferentes especies. En cada una de ellas, estos genes comunes desempeñan iguales o parecidas funciones. Así por ejemplo, las bacterias o levaduras (organismos simples unicelulares) contienen genes que están también presentes (a veces con ligeras modificaciones) en las células humanas. Ello porque la función vital es la misma. Es como comparar un Ford T con un Mercedes último modelo totalmente computarizado. Ambos tienen un motor a explosión, y básicamente los principios de su funcionamiento son los mismos. Igual sucede si se comparan las células de organismos simples con las células de animales superiores. En una y otra, los genes que regulan el proceso vital son también los mismos o muy parecidos.
Habría sido la evolución progresiva a organismos superiores la que va agregando complejidad, codificada por nuevos genes adicionales. Son estos los hallazgos que han permitido concluir que la vida en sus inicios tuvo un origen común, y que, desde entonces y en función del tiempo, ésta ha ido evolucionando desde lo más simple a lo más complejo. Cada paso ha sido el resultado de adaptaciones a nuevas condiciones que han ido permitiendo a las diferentes especies adaptarse o independizarse mejor de su medio ambiente.
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